domingo, 1 de febrero de 2009

Abuela

Esta entrada es triste, pero necesaria. Y no es que me encuentre en un mal momento. Pero llevo días pensando en ello.
El 12 de Enero, hizo dos años de la muerte de mi abuela. Un ser del que pude disfrutar muy de cerca estos últimos años. El 18 de Marzo de 2000, mi abuelo Paco decidió marcharse, y a raíz de ese día, ella también decidió marchar poco a poco. Se llevaban como el perro y el gato. Ya se sabe, amores reñidos, amores queridos. Y ellos se querían. Y mi abuela, no riñó más, y ya todo dejó de tener sentido para ella. Se fué abandonando. Decidió sentarse en su butaca y no levantarse nunca más. No quiso irse con ninguno de sus hijos, por lo que comenzamos a hacer turnos para quedarnos con ella. Y me incluyo porque durante éstos últimos años, he estado haciendo miles de turnos ( de 9.00 a 15.00, o de 15.00 a 21.00, o me kedaba a dormir). Pero aunque el motivo fuese algo triste, me doy cuenta ahora la suerte que tuve.
A los dos o tres años de la muerte de mi abuelo, hizo acto de aparición la demencia senil. A veces su conversación era coherente, a veces no. El declive total había comenzado. De la demencia se pasó al Alzheimer. Solamente las personas que hayan pasado por esta terrible situación saben bien lo dificil que es. Muy, muy dificil. No solo es ver como una persona se va apagando. Hay que estar fuerte mentalmente, porque había que vivir situaciones muy duras: mi abuela podía estar llorando todo el día sin consuelo ninguno, o haciendo ruido con la boca continuamente, o sin dormir días, o estar enfadada las 24 horas del día, o la pobrecita mia quejarse de dolor sin parar. Pero entre medio de todo esto también nos contaba cosas de su pasado. Porque ella decidió vivir en el pasado. Hablaba de su padre, de su madre, de su casa, de su trabajo, de sus conocidos, como si tuviése 20 años. En su mente ya dejó de existir Paco, sus hijos, sus nietos, el presente. Pero, aún así pasé momentos inolvidables. Me encantaba sus historias de la fábrica de fideos, de Gabo su jefe, de cuando iba a Chiclana en un carro por vino y ella a escondidas se tomaba su traguito, cuando se escondían en un armario porque estaban tirando bombas, en fin, tantas y tantas historias que me hizo pasar tan buenos ratos...
Nos dio dos grandes sustos donde tuvo que estar ingresada y los médicos no nos dieron esperanza ninguna. Pero su corazón quería seguir cerca de nosotros. Pero ya en su último año, todo fue demasiado duro. Mi abuela pasó de su butaca a una cama (en la que se pasó cinco años), una cama con elevador para evitar que le salieran yagas, una cama que se cambiaba todos los dias, todos los dias se le cambiaba de camisón, todos los días se le lavaba dos o tres veces, sus cremitas para que no se le resecara la piel, sus masajes en sus piernecitas...todo era poco para ella. Y sus manos, me acuerdo de sus manos. Cuando me ponía en su lado, siempre le cogía la mano. Y le daba masajes en la cabeza, para que se durmiera y descansara de tanto dolor. Paliativos hizo acto de aparición. Pero todo empezó a ser poco para su dolor. Hasta que dejó de hablar, de moverse, sólo veía sus ojitos abiertos, que pronto dejarían de transmitir. Sus útimos días eran ya practicamente como un vegetal. Que duro Dios Mio!!!!
Mis tias y mi madre siempren han tenido una relación muy cercana con mi abuela. Todos los días quedaban las tres para ir a comprar con ella, y siempre por algún motivo u otro estaban en casa de mis abuelos. Siempre muy unidas a su madre. Ya en los últimos días, sabiendo del caracter tan sensible de mi familia, le rogué a Dios con todas mis fuerzas, que en el momento que mi abuela decidiera irse, yo quería estar allí. Porque, de lo contrario, la que le tocara el momento se iba con ella directamente. Y así fue.
Esa noche, me fui con mi madre a dormir. Estuvimos viendo la tele hasta tarde. Nosotras dormiamos en la misma habitación de mi abuela. Yo en un sofá cama y mi madre en una butaca, o al contrario. Mi madre cada dos por tres miraba si mi abuela respiraba. Serían las 02.15 h más o menos. Estabamos viendo la tele. Mi madre me dijo: Abuela está respirando ¿no?. Y me acerqué. Y no respiraba. No sé lo que se me pasó por la cabeza en esos momentos. Tuve que comprobar antes varias veces que realmente no respiraba, antes de decirle a mi madre, que su madre había marchado. Le dí besos, la abracé, le dije cuanto la quería, jamás pensé que haría eso. Solamente miré a mi madre, me fui para ella y la abracé con todas mis fuerzas. Mi abuela se fue delante de nosotros, sin darnos cuenta, me duele, pero al menos sé que no sufrió, que fué durmiendo, cuando su corazón dejó de latir. También tuve que pasar el mal trago de avisar a mis tias...
Jamás he hablado esto con nadie. De lo que significó aquel momento para mí. Aún no exteriorizado el dolor tan grande que supuso estar cara a cara con la muerte, en el adiós de mi abuela, en el que yo quería estar presente, pero quería haber estado dándole mi mano, acariciendo la suya, acompañandola a la frontera, para saber que no estaba sola, que no tuviése miedo...pero de alguna manera u otra estuve allí.
Abuela te quiero y te echo de menos. Y tus hijas, te recuerdan cada día. Y aún no lo superan, pero la vida continúa. Unos nacen y otros mueren. Pero, en realidad, tú no estás muerta, porque sólo mueren los que caen en el olvido. Y tú, Manuela eres muy dificil de olvidar. TE QUIERO.